Este artista chileno radicado en París vino como invitado de la Bienal de
Arquitectura, donde expuso una vanguardista y monumental
pintura-instalación-foto.
Por: Manuel Antonio Aguirre Ossa
En el segundo piso del
Palacio La Alhambra, hoy propiedad de la Sociedad de Bellas Artes, fundada en
1918 por don Pedro Reszka, ubicó su taller por unos días el artista plástico
Leonardo Godoy Muhsam. Este gran creador es chileno, pero reside en París y vino
a Santiago por algunas semanas para participar como artista invitado en la XVIII
Bienal de Arquitectura, que se realizó en la Estación Mapocho. La obra que él
preparó para esta ocasión fue un mix de pintura-instalación-foto y la tituló
“Enfoque de mutaciones”.
Mientras caminamos por los magníficos espacios
arquitectónicos de este lugar, Leo Godoy cuenta que esta obra se inició en el
momento en que le hicieron la invitación a la bienal que se realiza bajo el lema
“ Ciudades para ciudadanos”, que busca dar una mirada atenta, reflexiva, sobre
la ciudad en la cual habitamos, recordando el sentido último que debería
entregarnos o que más bien deberíamos averiguarlo.
“Llegando a Santiago”, cuenta, “estaba casi
desesperado buscando taller, y pasé delante de La Alhambra pensando; me pasé
tres metros y volví. Miré la fachada y una intuición me dijo: éste es mi taller,
aquí haré la obra para la bienal y será lo mejor que pueda. Y así
fue”.
Leonardo Godoy Muhsam, de 54 años, está radicado
desde los 15 en París. Respecto de su profesión, él mismo aclara que al
principio fue arquitecto, pero que ahora es pintor. “Algunos rezagos quedan, a
veces se me ve la hilacha y me encuentro soñando con arquitecturas utópicas y
especialidades múltiples”, dice.
Añade que las empresas MDP Consulting y Systra son
sus inspiradoras en esta serie. “Obrando sobre transportes actuales y futuros,
me embarcaron en un sueño que ya era mío”, explica.
Entramos en una gran sala del segundo piso, luego de
recorrer pasillos con ambulacros llenos de historia, que dan cuenta de un
florecimiento sin igual, hoy marchito, y subimos por una angosta escalera de
mármol blanco y gastado. Luego se abre la doble puerta mudéjar y entramos en una
gran sala con dos salidas a los balcones. En el suelo se encuentra la gran obra
de 610 x 320 cm. Miramos atentamente, mientras el artista explica: “Esta obra
opera sobre dos tiempos opuestos: el de la inmediatez del croquis y el de la
lentitud meditativa de las capas superpuestas. Espacios hipotéticos generados
por naves de transporte urbano que conquistan la tridimensionalidad vacante,
sólo un momento de silencio de las certezas, dedicado a soñar nuestras
urbanidades y ciudadanías, intentando aunar fuerzas con esta maravillosa
instancia que es la Bienal de Arquitectura Chilena”.
La obra tendida en el suelo se ve monumental. Es una
gran pieza de tela de PVC, tipo back light, para ser retro-iluminada,
intervenida con técnicas mixtas, basadas según su autor sobre la paradoja de su
construcción, que es la confrontación de materiales industriales como la tela
PVC, usualmente utilizada para los grandes carteles publicitarios en la
publicidad exterior, la tiza para marcar caminos en la construcción y la
manualidad plasmada directamente. La idea del artista es conseguir, mediante la
utilización de superficies transparentes, los efectos de positivos y
negativos.
Cuando le hacemos ver a Godoy la dificultad de crear
una pintura hecha sobre el piso que luego tendrá que ser mirada en vertical, nos
contesta que su cerebro hace la conversión inmediata, al igual que las zonas de
opacidad y transparencia. “Declinando esta confrontación, investigo sobre
espacios hipotéticos: arquitecturas utópicas de la inmensidad, la máquina y el
cosmos, la síntesis y la multitud, la superficie y las capas, la transparencia y
la profundidad azul de nuestras ensoñaciones”, dice.
Volvemos sobre la obra. La parte superior, con
insinuantes curvas de azules cyan, graciosos trazos, a veces de máxima
concentración, para luego soltar, dejar fluir, crear, buscar la integración,
unificación y armonización, sobre todo con los ultramar, que van uniendo
manchas, dibujos y líneas. Un trabajo de gran expresividad, que entretiene,
dándole a lo material, temporal y mundano, una dimensión espiritual, atemporal y
divina. “Así me hablan los dioses, lo digo en plural a conciencia, para su mejor
interpretación”, señala el pintor. De lo mínimo a lo máximo. Es como tener todos
los sentimientos abiertos como canales, aun cuando su concordancia no carece de
significado; al contrario, crea resonancias de raro carácter, ecos mágicos, de
alucinaciones muy ocultas. Es la máxima violencia en la vivacidad de su
colorido. Bajando en veladuras de acuarela, dulces y tenues, la textura de las
alas de mariposa hasta las texturas más rugosas, se va comprendiendo paso a paso
el sentido de ‘las Mutaciones’”.
La pintura de Leonardo Godoy emerge con toda la
exaltación de la búsqueda de la belleza. Con esta condición, evitando la fácil
complacencia y las rigideces intelectuales, por sobre todo la máxima libertad
para expresar desde lo más profundo del alma humana, para lograr alcanzar la
eternidad del arte, en el acto creador.
Fuente: Revista Cosas