Mariano Barbasán
A veces escuchamos decir que los pintores somos "raros", distraídos, que estamos " en otra". ¿Pero donde estamos en realidad?. Algo de razón tienen porque nuestra atención está puesta en otro plano, absortos en coloridos, composiciones, situaciones que provocan sentimientos que nos motivan a traspasarlos a una tela. Se podría decir que siempre estamos "pintando". Todo nos llama la atención, las formas, los colores, los olores, las emociones de los demás: un viejo pidiendo limosna, un niño jugando, una luz que da sobre una flor, en fin, todo. Y cuando eso nos toca o emociona, surgen las ganas de plasmarlo en una tela.
Y allí vamos, a encerrarnos a solas en el taller con nuestra tela y nuestros colores, pasando horas componiendo, mezclando y creando matices, buscando la armonía, tratando de representar ese sentimiento que nos tocó, ese olor, esa humedad, ese amor, en fin...
¿Que somos raros?, pues "distintos" tal vez, nuestras preferencias son otras, la manera de ver la realidad, es bajo otro prisma. Nos gusta la soledad de nuestro taller, la incomunicación con el resto para lograr concentrarnos en el objetivo deseado. Nos gusta retrotraernos y nos cuesta mucho salir de ese estado. Es de ese modo como procesamos la realidad de nuestro entorno trasformándola, para luego plasmarla en una tela, llevándose algo de nosotros, quizás una cosa parecida al ADN, que marca nuestras obras como algo propio, tanto así que nos identifica. Si logramos traspasar nuestras emociones a la tela y posteriormente al espectador de nuestra obra, entonces ya no sólo somos pintores, somos artistas.
Y puedo agregar que nos parecemos mucho a un fotógrafo, un escritor, un músico, etc.
¿Que somos raros los pintores?, pues entonces somos muchos los raros.
M.Inés Carod
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