sábado, 17 de marzo de 2012

INSTANTES, Oscar Castro



En el frescor profundo de este valle tranquilo
se podría morir de verdad y silencio.
Reintegrarse a la tierra como la hoja dorada
y subir hasta Dios en olvido perfecto.

Yo estaba simplemente sobre el pasto tendido
cuando nació de mi la tierra perfumada
y fueron de otro mundo los húmedos oteros
donde la oveja simple del corazón pastaba.


En el trino de un pájaro se hizo delicia el mundo,
y acarició los montes la campana del ángelus.


Emprendí mi regreso como quién va desnudo,
como si el alma toda se me volviera canto.
Y, en un recodo estaban los brazos del silencio
clavados con estrella sobre la cruz de un árbol.

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