domingo, 1 de septiembre de 2013

Leonardo Godoy Muhsam.



Este artista chileno radicado en París vino como invitado de la Bienal de Arquitectura, donde expuso una vanguardista y monumental pintura-instalación-foto.
Por: Manuel Antonio Aguirre Ossa

 En el segundo piso del Palacio La Alhambra, hoy propiedad de la Sociedad de Bellas Artes, fundada en 1918 por don Pedro Reszka, ubicó su taller por unos días el artista plástico Leonardo Godoy Muhsam. Este gran creador es chileno, pero reside en París y vino a Santiago por algunas semanas para participar como artista invitado en la XVIII Bienal de Arquitectura, que se realizó en la Estación Mapocho. La obra que él preparó para esta ocasión fue un mix de pintura-instalación-foto y la tituló “Enfoque de mutaciones”. 
Mientras caminamos por los magníficos espacios arquitectónicos de este lugar, Leo Godoy cuenta que esta obra se inició en el momento en que le hicieron la invitación a la bienal que se realiza bajo el lema “ Ciudades para ciudadanos”, que busca dar una mirada atenta, reflexiva, sobre la ciudad en la cual habitamos, recordando el sentido último que debería entregarnos o que más bien deberíamos averiguarlo.


“Llegando a Santiago”, cuenta, “estaba casi desesperado buscando taller, y pasé delante de La Alhambra pensando; me pasé tres metros y volví. Miré la fachada y una intuición me dijo: éste es mi taller, aquí haré la obra para la bienal y será lo mejor que pueda. Y así fue”.
Leonardo Godoy Muhsam, de 54 años, está radicado desde los 15 en París. Respecto de su profesión, él mismo aclara que al principio fue arquitecto, pero que ahora es pintor. “Algunos rezagos quedan, a veces se me ve la hilacha y me encuentro soñando con arquitecturas utópicas y especialidades múltiples”, dice.
Añade que las empresas MDP Consulting y Systra son sus inspiradoras en esta serie. “Obrando sobre transportes actuales y futuros, me embarcaron en un sueño que ya era mío”, explica. 
Entramos en una gran sala del segundo piso, luego de recorrer pasillos con ambulacros llenos de historia, que dan cuenta de un florecimiento sin igual, hoy marchito, y subimos por una angosta escalera de mármol blanco y gastado. Luego se abre la doble puerta mudéjar y entramos en una gran sala con dos salidas a los balcones. En el suelo se encuentra la gran obra de 610 x 320 cm. Miramos atentamente, mientras el artista explica: “Esta obra opera sobre dos tiempos opuestos: el de la inmediatez del croquis y el de la lentitud meditativa de las capas superpuestas. Espacios hipotéticos generados por naves de transporte urbano que conquistan la tridimensionalidad vacante, sólo un momento de silencio de las certezas, dedicado a soñar nuestras urbanidades y ciudadanías, intentando aunar fuerzas con esta maravillosa instancia que es la Bienal de Arquitectura Chilena”.
La obra tendida en el suelo se ve monumental. Es una gran pieza de tela de PVC, tipo back light, para ser retro-iluminada, intervenida con técnicas mixtas, basadas según su autor sobre la paradoja de su construcción, que es la confrontación de materiales industriales como la tela PVC, usualmente utilizada para los grandes carteles publicitarios en la publicidad exterior, la tiza para marcar caminos en la construcción y la manualidad plasmada directamente. La idea del artista es conseguir, mediante la utilización de superficies transparentes, los efectos de positivos y negativos.
Cuando le hacemos ver a Godoy la dificultad de crear una pintura hecha sobre el piso que luego tendrá que ser mirada en vertical, nos contesta que su cerebro hace la conversión inmediata, al igual que las zonas de opacidad y transparencia. “Declinando esta confrontación, investigo sobre espacios hipotéticos: arquitecturas utópicas de la inmensidad, la máquina y el cosmos, la síntesis y la multitud, la superficie y las capas, la transparencia y la profundidad azul de nuestras ensoñaciones”, dice.
Volvemos sobre la obra. La parte superior, con insinuantes curvas de azules cyan, graciosos trazos, a veces de máxima concentración, para luego soltar, dejar fluir, crear, buscar la integración, unificación y armonización, sobre todo con los ultramar, que van uniendo manchas, dibujos y líneas. Un trabajo de gran expresividad, que entretiene, dándole a lo material, temporal y mundano, una dimensión espiritual, atemporal y divina. “Así me hablan los dioses, lo digo en plural a conciencia, para su mejor interpretación”, señala el pintor. De lo mínimo a lo máximo. Es como tener todos los sentimientos abiertos como canales, aun cuando su concordancia no carece de significado; al contrario, crea resonancias de raro carácter, ecos mágicos, de alucinaciones muy ocultas. Es la máxima violencia en la vivacidad de su colorido. Bajando en veladuras de acuarela, dulces y tenues, la textura de las alas de mariposa hasta las texturas más rugosas, se va comprendiendo paso a paso el sentido de ‘las Mutaciones’”.
La pintura de Leonardo Godoy emerge con toda la exaltación de la búsqueda de la belleza. Con esta condición, evitando la fácil complacencia y las rigideces intelectuales, por sobre todo la máxima libertad para expresar desde lo más profundo del alma humana, para lograr alcanzar la eternidad del arte, en el acto creador.

Fuente: Revista Cosas