jueves, 29 de marzo de 2012

Edward Shaw, el coleccionista afortunado, muestra sus obras


El curador norteamericano adquirió piezas de Matta, Tamayo y Botero, cuando aún no eran famosos, por regalos o trueque.

En 1961 Edward Shaw aún era un coleccionista amateur. Reunía objetos raros, obras hechas por pintores jóvenes y antigüedades que hallaba en ferias de pulgas, pero no sabía bien para qué. Por esos años, vivía en Colombia y un amigo le pidió que fuese a ver unas pinturas que una señora vendía a precio de huevo. ¿Qué podía perder? Shaw partió a ver los siete cuadros arrumbados debajo de una escalera firmados por un desconocido Fernando Botero. "Se estaba separando de su primera esposa y ella necesitaba vender las pinturas. Me encantaron, las compré todas. Pagué entre 50 y 100 dólares. Fue la primera vez que sentía que compraba algo especial", recuerda Shaw. "Botero no era conocido, recién se estaba radicando en Nueva York. Nos hicimos amigos y le seguí comprando obras".
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