domingo, 29 de abril de 2012

LA ALACENA, de Antonio López

                "La alacena" , de Antonio López
La alacena (óleo sobre tabla, 200 x 100 cm), pintada en 1963, es una obra emblemática en la producción de Antonio López. Técnicamente, presenta una factura densa a la que el pintor incorpora algunos recursos procedentes del surrealismo y del informalismo, como las manchas, raspaduras e, incluso, añadidos de materia. En ese sentido, en La alacena se incorporó polvo de mármol que, posteriormente, fue quemado. Mediante este procedimiento, el aglutinante de la pintura -es decir, el aceite- desaparece o se reduce y la pintura, aplicada sobre tabla, adquiere un aspecto seco y rugoso, a veces cercano a la apariencia de la pintura mural. Por su tema y recursos, pertenece a un conjunto de obras, a menudo calificadas como surrealizantes, en las que lo fantástico y lo afectivo irrumpen en la vida cotidiana. Al gusto por la representación de lo real -un conjunto de objetos de uso común dispuestos sobre un mueble-, se suman presencias y objetos inquietantes que invitan a la reflexión. Así, un busto femenino suspendido en el ángulo superior izquierdo -un retrato, en realidad, de su mujer- aparece como una presencia tutelar que, como en la tradición clásica o en los exvotos populares, protege del caos al microcosmos doméstico. La vela encendida, y también suspendida en el aire, refuerza este significado y añade un matiz de fugacidad, que aparece además en las flores y frutos representados. Esta concurrencia de lo sobrenatural en lo cotidiano pone en relación estas obras con el barroco español, y, como en los bodegones de Sánchez Cotán, la mirada intensa y concentrada del pintor sobre los objetos otorga a la obra de un halo sobrenatural y mueve al espectador a una contemplación ensimismada y reflexiva. A este aire de ensoñación metafísica, de sugerencia de lo invisible a través de lo visible, contribuye enormemente el uso de la luz, o más bien de la penumbra, que baña los objetos y refuerza la sensación, a menudo presente en las obras de Antonio López, de silencio y ausencia de tiempo.
Fuente: Museo de Bilbao

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