viernes, 21 de enero de 2011

En un día cualquiera de mi lejana infancia, me encontré con un libro lleno de aves coloridas y tomé un lápiz para emular estos dibujos. Nunca más me abandonó mi estuche, lleno de lápices y colores.
Luego siguieron las creaciones infantiles de aves, animales, y casitas con montañas y soles. Más tarde apareció el retrato, dibujando las caras de mis compañeras de clase o caricaturizando a los profes.
En fín y aquí sigo, luego de que los años han pasado y ahora mi estuche fué, no cambiado, sino que acompañado por grandes cajas conteniendo miles de colores de óleo.
El color, fundamental en mi vida: hablar en colores, es la constante en mi. La sutileza de los colores quebrados y la potencia y energía de los colores puros
El dibujo, con él demarcamos límites, damos enérgia o sutileza a un trazado, osea la línea en si, tiene expresión. Algunos apuntes a lápiz, aveces son mejor que una pintura.

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